Constitución del Congreso: el día que el espectáculo fue más importante que un Estado

Hoy nos levantamos en plena resaca de la polémica por la presencia de un lactante en el Congreso de los diputados, por la fórmula elegida para jurar/prometer el cargo, etc… dejando de lado la lógica y necesaria preocupación por la necesidad de que se pueda nombrar a los miembros del gobierno, a la sazón: el poder ejecutivo.

Constituidas las cámaras legislativas (aunque con espectáculo incluido), nos piden que opinemos de cuestiones varias, decantándonos por opiniones o versiones concretas. Por nuestra parte, vemos como todos apuntan a juicios y opiniones que se basan en argumentos varios, todos válidos, pero que dejan de lado lo más esencial, la razón de ser que subyace a cada figura, cargo, protocolo e institución.
Sí, sabemos que muchos queréis que digamos que lo del bebé en el Congreso nos parece bien o mal, pero sentimos decir que os vamos a decepcionar: nos parece gratuito e innecesario, ni bien ni mal. Y no nos parece innecesario porque haya una guardería a disposición de sus señorías, ni porque quepa el voto telemático, ni porque se les pague a los diputados dietas para estos conceptos, o porque suponga exponer la imagen de un menor de forma pública sin consultarle,… todos ellos argumentos válidos y que podemos compartir o no, pero siempre respetar. Nos parece innecesario porque cuando se pasa de activista a diputado, cuando se pasa a formar parte de un poder legislativo, se debe hacer con plena consciencia de dos cuestiones básicas (la razón que subyace a la existencia de dicho puesto y responsabilidad):

- Que cuando se pasa a formar parte del poder legislativo ya no hace falta hacer escenificaciones para reivindicar cambios a través de los medios, sino dentro del cumplimiento de sus funciones, proponer los cambios al resto de diputados y convencerles de que es algo por lo que merece la pena votar a favor.

- Que está integrándose
voluntariamente en una cámara legislativa, poder estatal, que mediante un proceso de debate, en gran parte oral, decide sobre cuestiones que atañen a todos los ciudadanos, lo que supone una gran responsabilidad y para la que todos esperamos que reine cierto respeto a los oradores y se destine el 100% de la capacidad y atención a lo que en ella se dice y opina (aunque la realidad pueda distar de ello), algo que parece que entra en conflicto con atender "in situ" a un lactante.

Ahora bien, dicho lo anterior y saltando al
tema de los juramentos, es de destacar que un mandato público o se acepta o se rechaza, y en consecuencia la aceptación o el consentimiento para el nombramiento no puede ser condicionado, ni empleando una fórmula que altere o pueda poner en duda la total y plena aceptación de cuantas obligaciones y derechos concede la Constitución Española (norma suprema). Prestar juramento ha de ser un acto puro, simple e inequívoco, pues no es más que la manifestación pública de una voluntad adoptada tras una previa consideración de sus consecuencias, ya tasadas y establecidas.

Por desgracia, hemos visto, tanto en el Congreso Nacional como en alguno autonómico, aceptaciones de cargos que lejos de limitarse a escoger si promete o jura conforme a las fórmulas establecidas legalmente, se dedican a hacer declaraciones de intenciones futuras (no presentes), a prometer fidelidad a normas que declaran lucharan por cambiar (¿¿??) o sencillamente a omitir estamentos superiores del Estado.

El sistema es el que es, y si bien es legítimo pretender mejorarlo, no se puede jurar fidelidad solo a una parte de los elementos que constituyen el sistema democrático que hemos elegido, ni a un texto que ya se está diciendo que se va a cambiar, pues cabría plantearse si de verdad se está aceptando la norma que a dicho momento es vigente, dado el evidente riesgo de que la mayoría de la cámara no comparta tu voluntad reformista en el futuro y la misma permanezca inalterada.

Todo esa escenificación, insistimos, cuando vienen de personas que por su posición están en disposición de cambiar aquello que entiendan y consideren oportuno, sin necesidad de nada más que el cumplimiento de sus nuevas funciones, no queremos juzgar si está bien o mal, tan sólo argumentar que es innecesario o gratuito.

Para juzgar ya está el ciudadano y los mercados. Por lo pronto, ese público alarde de tensiones y enfrentamientos,
de unos y otros, ya han provocado que al día siguiente cayese la Bolsa (IBEX por debajo y alejándose de los 9000 puntos) y veremos si la prima de riesgo cambia su tendencia o sigue subiendo como viene ocurriendo desde el día 5 de enero, ante la incertidumbre que genera en quien invierte, el ver que quienes están condenados a entenderse para gobernar, por haberlo decidido así los votantes, no son capaces de respetarse a si mismos y a la institución que conforman ni en apariencia. Cualquier imagen de enfrentamiento, desprecios (de unos y otros, insistimos) no hace más que arrojar dudas sobre la capacidad de alcanzar los precisos y necesarios acuerdos en unas cámaras legislativas, donde, si todo sigue su curso, se elegirá a los miembros del poder ejecutivo y se nombrará a un Presidente del Gobierno.